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Algunas reflexiones sobre el sacrificio y el placer

Tú no eres tus pensamientos

Sí, es un poco de boca para decir, como las enseñanzas budistas ya han descrito esta realidad. Sin embargo, puedes demostrártelo a ti mismo. Eres al mismo tiempo un cuerpo (lo físico), un corazón (tus emociones), una mente (tu intelecto) y un alma. En una sociedad dominada por la razón, el pensamiento se pone en un pedestal y todo lo demás se olvida. Sin embargo, basta con irse de vacaciones lejos de casa, del trabajo y de las preocupaciones para darse cuenta de que uno es más que sus pensamientos. Cuando el pensamiento deja de ser tan importante, empiezas a ser consciente de todo lo demás.

El pensamiento tiene un poder limitado

Pensar significa decidir, elegir o juzgar. No puedes amar con tu intelecto porque es frío, su vocación es ofrecerte discernimiento.

El corazón ama sin distinción

El corazón te permite sentir cosas y amar a los demás. El corazón no está para hacer diferencias. Ama y eso es todo. Este es su problema, quizás porque no le protege de la gente mala.

El alma está ahí para levantarte

Te conecta con los ángeles. Es tu esencia divina. Ve más allá de las apariencias.

Si sabes privarte de algo esencial, te acercas a la virtud

En la mayoría de las tradiciones espirituales, se hace hincapié en una forma de privación o ascetismo. Esto puede ser similar al ayuno o a la restricción de los placeres de los sentidos.

La paradoja de la abundancia

A menudo es en la abundancia donde nos sentimos insatisfechos. Cuanto más poseemos, más deseamos. En cambio, cuando vivimos en un entorno frugal, extrañamente gozamos de mayor capacidad de satisfacción. Si quieres experimentar la paz en tu vida, hay que introducir una cierta cantidad de restricción y privación. El matrimonio forma parte de esta relación con esta idea de restricción. Tienes la oportunidad de cultivar, de aprender a estar contento reinventando tu matrimonio cada día.

Los beneficios del ayuno

Más allá de las muchas virtudes médicas del ayuno, hay un simbolismo muy particular que es el del autocontrol y la superación de nuestra realidad fisiológica, porque de hecho ¿qué es comer, sino renovar las células de nuestro cuerpo y dar fuerza a nuestra dimensión física?

El cuerpo físico es una de las facetas de nuestro ser. Sin embargo, privándonos un poco podemos fortalecer nuestro cuerpo espiritual.

La espiritualidad es una escuela de sacrificio

Para desarrollar su intelecto, un niño tiene que dejar el patio de recreo y sumergirse en sus cuadernos. Sacrifica la emoción de perseguir una pelota por la emoción de aprender. Sin embargo, aprender a amar el estudio lleva tiempo, como aprender un nuevo deporte que es difícil de entender o dominar al principio, como el tenis.

Para ser un buen estudiante, hay que sacrificar las alegrías del compañerismo y el deporte. Aprender a amar la escuela puede llevar mucho tiempo, pero una vez que se ha desarrollado el placer intelectual, éste adquiere una dimensión mayor y más profunda. Lo mismo ocurre con el reino espiritual: al principio es aburrido, pero si perseveras, encontrarás alegrías mucho más sutiles que las que puede ofrecer el cuerpo físico o intelectual. Si quieres comer queso, puedes decidir comerlo fresco o esperar a degustar uno que haya sido envejecido durante muchos meses en una bodega. El resultado que descubrirá será totalmente diferente.

Es exactamente lo mismo cuando te privas, pierdes algo en apariencia que luego recuperas de forma más sutil. Pierdes la oportunidad de darte un capricho cuando comes bien, pero en realidad tienes la oportunidad de despertar tu conciencia y tu moralidad.

Complacer es sacrificar

El paso de una sociedad del placer a otra del disfrute

¿Qué es lo que diferencia lo que llamamos sociedades tradicionales de las llamadas sociedades modernas?

La relación con el sacrificio

En mi opinión, es la relación a sacrificar. En el pasado, la gente se sacrificaba por su grupo, mientras que hoy se sacrifica por sí misma. Cuando alguien emprende largos estudios y sacrifica sus mejores años, como se dice. Bueno, lo hace ante todo por sí mismo. Cuando alguien se sacrifica por su país o su familia, la diferencia es enorme.

Como la mayoría de las estructuras sociales se han roto, sólo queda el mínimo común denominador, el individuo.

Complacer y disfrutar

Esta diferencia de comportamiento hacia el placer indica que hemos pasado a una nueva relación con el placer. Antes, a escala social, era sin duda el placer de complacer a los demás lo que dominaba. El sacrificio por los demás nos permitía disfrutar del placer de los demás por delegación. Ahora que el grupo ha desaparecido, hay menos ganas de disfrutar del placer de los demás. El otro solía ser otro yo, un compañero, pero ahora se convierte a menudo en un competidor molesto. Cuando la empatía desaparece, sólo cuenta el disfrute instantáneo.

Disfrutar de la envidia de los demás

Más que disfrutar, aspiramos a disfrutar de la envidia de los demás. No nos conformamos con comer un delicioso helado junto al agua, no, queremos más. Queremos que este momento sea deseado, envidiado por una multitud de personas y no importa si son extraños para nosotros. Cuanto más codiciado sea este momento por los demás, más podré apreciar lo que he hecho. Los deseos de los demás aparecen como un multiplicador de mi experiencia. Es más, vendrán a sustituirla: la codicia será el nuevo placer del que disfrutaremos, de ahí la aparición de esta escenificación permanente de nuestras vidas.

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